Por eso son los Juegos Olímpicos
Los juegos habían empezado despacio, casi desapercibidos. Son en China, 12 horas de diferencia con DC. Muchas pruebas se retransmiten en diferido cuando uno ya conoce los resultados. Y cómo no, viviendo en otro país se priorizan los deportes y pruebas que interesan aquí, que no son siempre los que uno quisiera ver.
Pero los Juegos son lo que son por momentos como el vivido hace 30 minutos. Cubo de agua. Relevo 4x100 metros libres masculinos. En directo. Michael Phelps en la primera posta. Probablemente uno de los oros más difíciles de los que le separan de Spitz. Francia es favorita. La NBC americana, cadena oficial de los Juegos en USA, enseña un rótulo con las declaraciones de uno de los relevistas galos: "vamos a aplastar a los americanos, para eso hemos venido". El experto americano comenta que ha hecho sus cálculos cien veces sobre papel y siempre le sale ganadora Francia: "tendría que salir una carrera perfecta". Los americanos dominan los primeros 200, en el tercer relevo Francia se adelanta claramente, y los 50 primeros metros del último, se convierten en una persecución imposible que los comentaristas dan por perdida. El viejo record del mundo se ahoga a los pies de los nadadores en cabeza. Y en los últimos 50 metros, a golpe de pundonor, de las ganas de ganar que sólo pueden brotar de alguien que se siente afrentado, el último relevista americano hace una remontada agónica, imposible y espectacular. Los americanos lo celebran como si fueran argentinos ganando el mundial de fútbol y uno se da cuenta que los pelos de punta son porque uno ya se ha zambullido de lleno en los juegos. Ya era hora.